Las personas podemos ser impacientes por naturaleza y nos gusta obtener rápidamente resultados por nuestras inversiones. Sin embargo, cuando invertimos a largo plazo debemos cambiar la mentalidad y mantener la calma para ser capaces de planificar adecuadamente nuestra inversión y obtener rentabilidades que respondan a nuestras metas futuras. Para ello, es conveniente seguir los siguientes pasos:
- Recibir un asesoramiento adecuado: es conveniente asesorarnos externamente para conocer más en profundidad nuestra capacidad de ahorro e inversión y, en función de nuestro perfil, poder decantarnos por un producto con la combinación más adecuada de riesgo y rentabilidad para nosotros.
- Establecer objetivos a largo plazo: la jubilación, la universidad de nuestros hijos, una casa… al clarificar y fijar nuestras necesidades y objetivos a largo plazo favorecemos la capacidad de asumir riesgo y obtener rentabilidad en nuestras inversiones.
- Invertir de manera periódica: realizar aportaciones periódicamente reduce el esfuerzo de ahorro y permite suavizar las pérdidas y ganancias a lo largo del tiempo.
- Diversificar: la diversificación siempre debe ser la máxima de un inversor. Nunca hay que “poner todos los huevos en la misma cesta”, ya que supone un enorme riesgo, especialmente invirtiendo a largo plazo y de forma acumulativa. Es conveniente invertir en distintos activos, sectores o mercados para compensar y reducir los riesgos y optimizar las rentabilidades.
- Mantener la calma: al invertir durante un largo periodo de tiempo estamos expuestos a vaivenes de los mercados, por ello, si confiamos nuestra inversión a un gestor profesional, es conveniente decantarse por productos de gestión activa en los que comulguemos con las convicciones del equipo gestor. Esto ayudará a que no perdamos la calma en momentos de incertidumbre.
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