El rifirrafe comercial entre China y EEUU se mantenía en la jornada del jueves y, en esta ocasión, desde el gigante asiático se advertía a Washington del daño que los aranceles provocarán a los trabajadores y agricultores estadounidenses. Por ejemplo, las autoridades chinas ya han anunciado una nueva segunda ronda de aranceles que se hará efectiva a partir del 6 de julio, según la cual las importaciones de acero procedentes de EEUU podrán acumular aranceles del 71%. Por su parte, el secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross, instaba a las autoridades del país a “crear un ambiente (…) más doloroso” para los socios que tengan unas barreras comerciales elevadas. El problema es que este posicionamiento acabará por pasar factura a la renta disponible de los estadounidenses. En un principio, se ha insistido en que los nuevos aranceles no afectarán a los productos de uso cotidiano de las familias, si bien los deseos de gravar 200 mm. $ más de las importaciones chinas harán esto imposible. De hecho, las quince principales categorías de productos importados de China equivalen a 350 mm. $ y están conformadas, básicamente, por bienes de consumo y equipamiento del hogar. Luego, los aranceles acabarán por tener efectos negativos sobre los hogares, sobre todo, cuando estamos en un momento en el que las empresas han recuperado parte de su capacidad de fijación de precios y pueden trasmitir las subidas de costes al consumidor final. En la Eurozona, las palabras más importantes de la jornada las pronunciaba el gobernador del Banco de Francia, François Villeroy. Éste repetía el mensaje recientemente lanzado por Mario Draghi al mostrar suconfianza en la consecución de los objetivos inflacionistas del BCE para la UEM pese a los riesgos. Además, Villeroy defendía que, desde el banco central, se había hecho lo necesario para garantizar la estabilidad financiera: “al proporcionar una vía clara sobre la senda de las compras de activos y los tipos de interés, una vez más, con varios meses de antelación, hemos hecho todo lo posible para reducir la incertidumbre sobre las condiciones de la política monetaria en un horizonte prudente”. Por otro lado, durante la madrugada, conocíamos que los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona habrían cerrado la cuarta y última revisión del rescate de Grecia, que implica medidas para aliviar la deuda pública, un nuevo desembolso de 15.000 mill. € y el final a ocho años de programas de asistencia a la economía helena. Grecia saldrá oficialmente del rescate el próximo 20 de agosto, después de recibir casi 300.000 mill. € desde 2010; año en que se firmó el primer rescate. De los 15.000 mill. € del último tramo del rescate, Grecia reservará 5.500 para el pago de servicios de deuda y utilizará los 9.500 restantes para construir una reserva de efectivo, que ascenderá en total a 24.100 mill. € y servirá para cubrir necesidades financieras durante un periodo de 22 meses. Además, el Eurogrupo habría pactado un paquete de medidas para reestructurar la deuda pública de Grecia, que en abril de este año ascendía el 178% de su PIB. Este acuerdo incluiría una extensión de diez años de los vencimientos de los préstamos y una moratoria también de una década para empezar a devolverlos y a pagar sus intereses. El pacto alcanzado este viernes también incluiría el desembolso de los 4.000 mill. € en beneficios que ha conseguido el BCE por la compra de deuda griega. Este dinero se traspasará a Atenas en tramos de igual tamaño dos veces al año hasta 2022, pero bajo la condición de que Grecia sigue adoptando reformas. Fuera de la UEM, sobresalía la reunión de política monetaria del BoE, la cual se saldaba con el mantenimiento del tipo oficial en 0,5%. No obstante, la decisión se tomaba con un menor apoyo (6 votos a favor vs. 3 en compra) en comparación con el encuentro anterior (7 vs. 2). De hecho, el economista jefe de la entidad, Andrew Haldane, se unía a Ian McCafferty y Michael Saunders a la hora de posicionarse a favor de una menor generosidad monetaria, lo cual provocaba una apreciación de la libra esterlina hasta 0,873 EURGBP. En cuanto a las bolsas, éstas volvían a verse afectadas por las tensiones comerciales internacionales y las ventas imperaban a nivel mundial. El Eurostoxx caía un -1,05%, mientras que el S&P500 se dejaba un -0,63%. Ante la inestabilidad de la renta variable, las compras hacían acto de presencia en la deuda pública alemana y estadounidense, situándose la rentabilidad de sendos bonos a diez años en 0,335% y 2,90%, respectivamente. Ello contrastaba con las subidas de rendimientos en los bonos periféricos, con el español a diez años alzándose hasta 1,336% (+8,9 p.b.) y su homólogo italiano hasta 2,732% (+18,3 p.b.). Por su parte, el dólar se depreciaba contra el euro hasta 1,163 EURUSD ante el fuerte deterioro del índice de actividad de la Fed de Filadelfia, que compensaba la nueva caída de las peticiones semanales de desempleo en EEUU (hasta 218.000) y el avance del índice líder en mayo (0,2% m.). Respecto al petróleo, su precio realizaba un movimiento en forma de “V” durante el encuentro de la OPEP en Viena. Finalmente, a primera hora del viernes, las informaciones procedentes de la reunión del cártel se transmitían al mercado en forma de aumentos (66,25$ para el WTI). Autores: Intermoney Análisis y Estudio Francisco Vidal, Garbriel Marquès, Mariano Valderrama