Las ruedas de los coches son como son gracias a que Charles Goodyear no quiso disgustar a su mujer. Se llamaba Clarissa y un día volvió a casa antes de lo previsto. El Sr. Goodyear le había prometido dejar sus experimentos y buscar un trabajo que los sacara de la penuria. Para no disgustarla, escondió los materiales en el horno. Más tarde volvió a por ellos a la cocina, pero el calor había cambiado las propiedades del caucho. Por pura chiripa había descubierto el principio de la vulcanización. Al calentarse el caucho en presencia de azufre, se vuelve más duro, menos pegajoso y resistente al frío, y eso sin perder elasticidad. Era el año 1839, pero Goodyear tuvo que invertir cinco años más de su trabajo para terminar el proceso y poder aplicarlo a escala universal. Nunca ganó dinero con su descubrimiento. Tuvo que empeñar todas sus propiedades y finalmente tuvo que vender la patente. 

En la última semana, parece que los Bancos Centrales han buscado la forma de no disgustar en demasiado a los inversores, y han concedido algún alivio con sus declaraciones, o esa es la lectura interesada que han querido hacer los sospechosos habituales. Es bueno, transcurridas ya cinco semanas del año, pararnos un poco y ver en que situación están los mercados financieros. La conclusión a la que han llegado es que vamos a un mundo con inflación a la baja y en el que seguramente se evite la caída en una recesión. Es un escenario idílico en el que se espera una vuelta a un escenario “normal” de tipos de interés bajos y crecimientos moderados, que siempre es bien recibido por los mercados. Una de las cosas que podemos alegar o discutir, es si lo que ha pasado con los tipos de interés en la última década es lo normal o si ha sido realmente algo excepcional. El mercado está descontando no solo que se paran las subidas de tipos en el próximo trimestre, sino que a finales de este año comenzarán ya a bajar. 

Esto de la construcción de narrativas es una de las cosas más llamativas de los mercados financieros y se asemeja a las divisiones Panzer entrando en Polonia arrasando todo. Son de una brutalidad terrible y no admiten cuestionamientos o dudas. Les pueden hacer nueve preguntas ahora mismo a Lagarde o Powell en el que responderán que seguirán la pauta de subida de tipos, pero como en la décima tengan cualquier amago de duda en la respuesta, los mercados se agarrarán a esta como a un clavo ardiendo y conseguirán que sea el titular de prensa definitivo. 

El mantra actual, ya saben, es que la inflación está derrotada, aunque ésta no lo sepa. Da igual que tengamos un máximo en la inflación europea subyacente de veinte años y que no haya remitido en ningún momento, o que haya vuelto a subir la española de enero. En este mes, la inflación en Estonia ha sido del 18.8%, en Letonia del 22%, Lituania del 18%, Austria del 11.5% o del 15% en Eslovaquia. Yo no sé si realmente terminará por bajar la inflación, pero me parece una insensatez por parte de los protagonistas de “La inflación es temporal” que vuelvan a caer en la arrogancia de decir que se está derrotando a la misma con las medidas implementadas en los últimos meses con tal de satisfacer las necesidades del mercado que abogan por el parón en las subidas de tipos. 

La guerra de Ucrania ha sido el chivo expiatorio que han utilizado compañías y gobiernos para tapar sus vergüenzas, y achacarle todas las causas de sus malas decisiones políticas o la subida de precios de sus productos. En los últimos días, se ha publicado un informe de la Reserva Federal de Kansas muy aclaratorio. El informe habla de la inflación en 2021 (antes de la guerra) que ya había alcanzado su máximo de 20 años, y de las causas que habían motivado su explosión, desde disrupciones en las cadenas de suministro, la subida de salarios o desencuentros entre oferta y demanda de productos motivada por la pandemia (se cuida muy mucho de mencionar el papel de los Bancos Centrales al inundar de liquidez el mundo). 

Estas causas ya estaban en las conversaciones, pero añade una idea curiosa que denomina avariciation (traducción libre mía al spanglish) que consiste en que las empresas están capitalizando su poder de fijación de precios, subiendo los precios de sus productos muy por encima de su coste de producción, y lo hacen principalmente porque no afrontan una competencia significativa. Pensemos, por ejemplo, en los bancos españoles ahora mismo. Están subiendo la rentabilidad de sus inversiones (los préstamos) manteniendo inalterado sus costes de producción (la remuneración de sus depósitos principalmente) desembocando en una subida estratosférica de sus márgenes y por tanto de sus beneficios. Donde sí hay competencia (en la emisión de bonos en mercados mayoristas) no existe ese beneficio. El paganini vuelve a ser nuevamente el ahorrador minorista. De un mercado relativamente segmentado como el bancario español de hace veinte años se ha pasado a un oligopolio donde los bomberos han concordado no pisarse la manguera. Pues bien, la Reserva Federal de Kansas es capaz de ponerle un número a la subida de la inflación derivada de mayores márgenes empresariales y llega a la conclusión de que casi el 60% de la subida de la inflación durante 2021 (3.4% de los 5.8% que subió) se debió a este concepto. Se subieron precios en la venta de productos finales “en previsión” de que subieran sus costes, y porque básicamente podían, y la dinámica miedosa de inflación les servía como excusa para hacerlo de forma indiscriminada. El dato es claramente demostrable cuando vemos que, a pesar de que los cuatro jinetes del Apocalipsis hayan campado a sus anchas a lo largo de 2022, los resultados empresariales hayan acabado en todo el alto, y que se hayan encontrado argumentos para la buena marcha de la bolsa en el último trimestre del año y comienzo de éste. 

Después de subidas de 400 puntos básicos en los tipos de interés, llama la atención que la actividad económica no se haya resentido más. Las cifras de empleo siguen en máximos históricos como atestiguan las cifras norteamericanas del viernes con la creación de 517.000 empleos, y una tasa de desempleo del 3.4%. 

Pero lo realmente llamativo es que las ofertas de trabajo de las empresas sean el doble del número de personas que buscan empleo. El siguiente mantra es que se puede mantener la inflación baja sin perder empleo. ¡Ojalá! 

Esas cifras de desempleo, en España tiene su lado oscuro. En el último trimestre se destruyeron 102.000 empleos. El desglose es curioso, se crearon 20.000 puestos de trabajos públicos y se destruyeron 102.000 privados. Hay 500.000 empleados públicos más que en 2007, antes de la Gran Recesión. Desde entonces, el empleo en las administraciones autonómicas ha crecido un 30%. ¡Cada cual vea! 

Recuerdo la definición que hacía de faro Ambrose Bierce: “Construcción elevada en la costa, en la que el gobierno mantiene una lámpara y al amigo de un político”. 

 

Fuente CIR (CIMD Intermoney Research).

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